Clavé trae el tema europeo al país, es una pintura evasiva del tiempo presente mexicano.
Luego viene una ruptura institucional en la Academia de San Carlos, Maximiliano empieza a financiar la academia y en el año de 1863 se le cambia el nombre a la Academia Imperial de San Carlos de México.
Después cambia nuevamente el nombre ahora a Escuela Nacional de Bellas Artes, en el año de 1867.
En la misma academia un profesor de escultura de origen español representa en 3 prototipos el tema del indio mexicano que es Manuel Vilar i Roca, entre ellas La Malinche.
Luis Coto Maldonado (1830-1891)
Esta pintura inaugura los premios de la Academia.
Es el néctar de los dioses.
José Obregón, el descubrimiento del pulque, 1869, óleo sobre tela 189 x 230cm.
Rodrigo Gutiérrez, el senado de Tlaxcala, 1875
El tema en esta pintura es el sacrificio de una persona.
Tiene su fuente en una antigua leyenda prehispánica, la cual relata que una vez asentados los aztecas en Tenochtitlan, Huitzilopochtli les ordenó que fueran a pedir al rey Achitometl, nuevo rey de Culhuacan a su hija, para convertirla en su diosa Yaocihuatl, la mujerguerrera. Pensando que su hija se iba a convertir en diosa viviente de los aztecas el Señor de Culhuacan aceptó, pero el designio de Huitzilopochtli no era mantener viva a la joven, sino que fuera sacrificada y con su piel se ataviara un sacerdote como la mujer guerrera. La última parte de la orden de Huitzilopochtli consistió en imponer a los aztecas a invitar al anciano señor
de Culhuacán. El humo del interior del templo no le permitió ver lo que sucedía y empezó su sacrificio de codornices ante quien pensaba era su hija viviente, diosa de los aztecas, pero de pronto cayó en la cuenta de lo sucedido.
La escena representa el momento en que el padre comprende la crueldad de los
aztecas y de ahí el espanto del personaje. La historia se narra en la crónica Mexicayotl de Fernando Alvarado Tezozomoc.
Sin embargo, uno de los libros más usados por los maestros de la Academia para
entresacar las historias que los alumnos debían desarrollar, era la Historia Anecdótica de México escrita por José María Roa Bárcena y fue seguramente de ese libro de donde Petronilo Monroy tomó la leyenda. Este pasaje, informa el historiador, había sido convertido en un romance que publicó José Joaquín Pesado en el periódico religioso y literario La Cruz.
Fue ésta la única obra de tema prehispánico que trabajó tardíamente Monroy.
Un imaginario recinto prehispánico, sirve de escenario para plasmar la leyenda de la princesa acolhua, quien se encuentra postrada en un altar de sacrificios. Se aprecia su torso desnudo iluminado por un mechero, única fuente de luz, que alumbra por igual parte del interior de la cámara. El haz luminoso también permite ver a un personaje masculino a los pies de la joven , así como un gigantesco ídolo que suponemos sea Huitzilopochtli.
Junto a éste se encuentra una figura femenina. A pesar de la oscuridad que predomina en el interior del templo se puede diferenciar el género de los personajes por el atavío que visten. La otra mitad de la obra, que por la poca luz pareciera de mayor tamaño, da cabida a varios personajes que observan la escena desde el fondo, en donde un sujeto parece indicar, mediante un gesto corporal, el gran terror que siente al ver la escena que tiene lugar en el lecho de piedra elevado sobre un escalón. El cuadro aunque de pequeñas dimensiones no carece de monumentalidad.
El sacrificio de la princesa acolhua, Petronilo Monroy, óleo sobre tela 37 x 56cm, siglo XIX.
Pablo Valdés.
Félix Parra, Fray Bartolomé de las Casas.
Representa la masacre perpetrada por Hernán Cortés y sus aliados camino de Tenochtitlán.
Félix Parra, La matanza de Cholula.
Leandro Izaguirre.
El suplicio de Cuauhtemoc, Leandro Izaguirre.
Adrián Unzueta, Tzompantli.
Cuauhtémoc cierra el siglo XIX.
Monumento a Cuauhtemoc, Paseo de la Reforma, 1887, Francisco M. Jiménez y Miguel Noreña.
En esa representación pictórica donde aparecen además los retratos de Napoleón III, su esposa María Eugenia y Carlos V, se presentaría también la comitiva imperial encabezada por los emperadores y desde luego los indios kickapoos majestuosamente ataviados con collares que parecen ser de plata y oro. Los indios aparecen perfectamente vestidos sin indicios de pobreza, sin embargo, una de las situaciones que atravesaba estos indios era precisamente las precarias condiciones de vida que tenían en 1864. No obstante, la visión que se necesitaba dar hacia el exterior era la de un país totalmente distinto un proyecto que encerraba la atracción de la inversión extranjera.
Un elemento que destaca en la pintura es la ausencia de armas, lo que también suponía la paz y estabilidad del Imperio Mexicano. Así, la imagen de los emperadores vinculada a la de los indios en posición de paz enunciaba una aceptación de los indios como tales, con sus costumbres, tradiciones y formas de vida, es el jefe indio el que habla y levanta la mano, mientras que Maximiliano y Carlota escuchan atentos. A juicio de Luis González y González, Maximiliano en algún momento llegó a pensar en la posibilidad de devolverles las riendas del gobierno a los indios, al grado de querer hacer de un niño indígena un príncipe heredero del trono.
BIBLIOGRAFÍA:
http://policromiadelahistoria.blogspot.mx/2010/09/visita-de-los-indios-kikapoos.html
Visita de la embajada de los indios kickapoos al emperador Maximiliano por el pintor Jean Adolphe Beaucé, (1865)
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